– Te apuesto a que me muerdo un ojo.
– ¡Hecho! (El primero se saca su ojo de vidrio y lo muerde.)
– ¡A que me muerdo el otro ojo!
– Sé que no eres ciego, así que ¡acepto!
¿Qué hizo el primero para volver a ganar la apuesta?
Se sacó la dentadura postiza y se mordió el ojo sano.